Para poder evaluar bien el binomio rentabilidad/riesgo de una cartera de activos debemos definir...
El apetito de riesgo: la importancia de conocer tu perfil inversor
‘Riesgo’ es un término con el que todos, en general, creemos sentirnos cómodos. Al fin y al cabo, asumimos riesgos sin casi darnos cuenta con cada acción que decidimos llevar a cabo (cruzar la calle, conducir, esquiar, entablar relaciones sociales, o incluso respirar).
¿Qué es el riesgo?
Podría decirse que para la inmensa mayoría de riesgos a los que nos enfrentamos cada día, tenemos una buena experiencia acumulada (lo hemos hecho muchísimas veces en el pasado y nos sentimos seguros). Además, estos suelen ser eventos que siguen más o menos los mismos patrones una y otra vez, por lo que nos es relativamente sencillo anticiparnos de forma exitosa.
Por ejemplo, al cruzar una calle sabemos que deberíamos mirar a un lado y a otro, sabemos el ruido que debemos esperar (ay, ¡el coche eléctrico!) de aquello vehículos que se aproximen; sabemos incluso qué tipo de ‘peligro’ puede atropellarnos (un coche, una moto, un camión… no esperamos ver circular por la calzada una noria o un insecto gigante).
Según un estudio realizado en Gran Bretaña el riesgo de morir cruzando la calle es del 0,000005% al año.
La inversión y el "apetito de riesgo"
Sin embargo, a la hora invertir entramos en un terreno menos conocido. En la mayoría de los casos, el inversor medio no cuenta con suficiente experiencia inversora que le permita albergar una gran seguridad en el éxito futuro de la operación. Ocurre además que el comportamiento de un gran número de inversiones no sigue un patrón estable y reconocible. Ese es el caso de la inversión en proyectos.
De acuerdo con el Project Management Institute (PMI), un proyecto se define como un ‘esfuerzo temporal llevado a cabo para crear un resultado único’. Como el resultado del proyecto es único (no se había hecho nunca antes ese proyecto exacto), éste está sometido a un gran nivel de incertidumbre (riesgo). Es decir, nos resulta mucho más complicado poder predecir el resultado del proyecto.
Es por ello que cobra importancia el concepto de ‘apetito de riesgo’. El apetito de riesgo se define como ‘la cantidad y tipo de riesgo que estamos dispuesto a asumir en la consecución de nuestros objetivos’.
Cuando invertimos, nuestro objetivo principal es obtener una determinada rentabilidad (podrán existir otros objetivos como que la inversión sea en organizaciones socialmente responsables, promover un tipo de tecnología o innovación, etc.).
Frente a este objetivo existirá una serie de riesgos que amenacen con hacer peligrar la rentabilidad de la inversión y, en casos más extremos, incluso hacernos perder parte o toda la cantidad invertida (ojo, también podrán existir riesgos positivos, oportunidades, que puedan hacer crecer la rentabilidad inicialmente esperada).
Tipologías de apetito de riesgo
De lo anterior se desprende que, efectivamente, podemos perder las cantidades invertidas. Es por ello por lo que es conveniente realizarse la siguiente pregunta: ¿cuánto puedo permitirme perder? Estamos hablando, de nuevo, del apetito de riesgo.
Es importante realizar aquí el inciso en que existen distintas tipologías de apetito de riesgo. Existen sujetos con una elevada voluntad por arriesgarse (e.g. el perfil emprendedor), al otro extremo otros con ninguna voluntad de correr riesgos (muy común en grandes empresas que han tocado el éxito en sus respectivos campos), y entre ambas otros con un apetito neutro y cuyas decisiones siguen siempre patrones puramente lógicos, con un reducido impacto de emoción. Por supuesto, existe todo el rango de estados entre las tres situaciones citadas.
¿Cuál es tu apetito: mucho, poco o normal? Los apetitos de riesgo, o perfiles de riesgo suelen agruparse en 3 categorías: conservador, moderado o arriesgado.
Conocer cuánto podemos permitirnos perder es el primer paso hacia controlar nuestros riesgos. Por supuesto, entre lo primero y lo segundo será necesario asegurarse de que estamos implementando las acciones necesarias para poner en marcha nuestro apetito de riesgos, normalmente mediante la identificación de una serie de límites a ser cumplidos.
¿Y cuánto podemos permitirnos perder? La respuesta a esta pregunta será siempre distinta para cada caso pero, de forma general, debería ser una cantidad de la que podamos prescindir.
Obviamente, que podamos prescindir de una cantidad económica no significa que lo hagamos con gusto (¡nada más lejos!). Lo que sí debería ocurrir cuando tratamos de cantidades de las que podemos prescindir es que nos veamos libres de preocupación, en el sentido de culpa y angustia. No deberíamos poner en juego cantidades que necesitamos para cubrir necesidades básicas, por ejemplo.
En StockCrowd IN realizamos un profundo análisis de riesgos de todas las oportunidades que nos llegan, publicando tan sólo aquellas que a nuestros ojos poseen un perfil de riesgo adecuado para la inversión (ojo, ¡no significa que no tengan riesgo!).
Es sin embargo muy importante que el inversor valore no solamente el riesgo que pueda contener una oportunidad de inversión en concreto, sino también si éste se halla en línea con su propio apetito de riesgo.